París es una ciudad increíble. Hay tantas cosas que ver, que si has ido una vez, es muy probable que tengas que volver para poder visitarla entera.
Pero aparte de pasear por la Torre Eiffel, recorrer en barca el rio Sena, visitar la Catredal de Nôtre Dame o recorrer la Avenida de los Campos Elíseos, entre muchos otros lugares, para alguien a quien le encanten los dulces, es imprescindible visitar sus pastelerías.
Yo estas navidades no he podido ir a París, pero he tenido la suerte de que venga un trocito de París a mi. Y es que la semana pasada me llegó al despacho una cajita monísima repleta del dulce más conocido de la ciudad del amor, ¡de Macarons!... (no podía hacerme más ilusión ;), gracias)
El origen del Macaron es un poco confuso, muchos defienden que fue inventado en Italia en el siglo VIII para posteriormente llevar la receta a Francia, pero es obvio que esta no será la versión que oiréis contar a un francés. Y es que el Macaron francés es el dulce parisino por excelencia, una confección de alta repostería, compuesta por harina de almendra y azúcar, que en su centro atesora un relleno con sofisticados sabores.
Son muchas las pastelerías que en Paris podréis encontrar con estos dulces tan típicos, pero sin duda, las más conocidas son: Ladureé, Pierre Hermé y Paul boulangerie, y de esta última son mis Macarons, a los que les he hecho unas cuantas fotos antes de devorarlos.
La verdad es que el principal atractivo de estos delicados dulces son sus colores, ya que resulta imposible pasar por delante de una pastelería y no darse la vuelta para admirarlos. Pero en su favor, tengo que decir, que para nada es todo aspecto, están realmente buenos. Nunca pensé que me iban a gustar tanto, pero desde que los he probado me declaro “adicta” a ellos.
¿Qué os parecen los Macarons? ¿Los habéis probado?
Que tengáis una semana muy dulce.
Anna